sábado, 15 de mayo de 2010

BEVRIJDINSDAG, Día de la Liberación


La Celebración
Creo que una forma importante para entender cómo es una sociedad, es mirando a través de sus festividades y del uso de su tiempo libre. Este es el caso de una interesante celebración holandesa: el Día de la Liberación.

Cada 4 de mayo se celebra el Día del Remembranza (Dodenherdenking), en el cual se recuerda a las víctimas de la guerra, pero el evento que realmente quiero reseñar por haber sido testigo presencial es el del Día de la Liberación, celebrado cada 5 de mayo, para conmemorar la fecha en la cual los ejércitos francés y canadiense impusieron una capitulación a la ocupación alemana en 1945.

Yo estaba de paso por Amsterdam, visitando el Oude Zijde, o la parte vieja de la ciudad, cuando a lo lejos escuché el eco de una orquesta y seguí sus acordes para descubrir frente al río Amstel,- el principal río de la ciudad a la que da nombre-, un escenario. Qué digo un escenario!, un impresionante escenario techado con una fabulosa orquesta acompañando a una soprano, en que lo era un ensayo como pude comprobar cuando me acerqué.

El evento más importante de todo este día, que incluye exposiciones, conferencias y conciertos de todo tipo, a todo lo largo del país, era éste. El escenario como comenté estaba en una orilla del Amstel, para que la gente disfrutara del concierto desde la otra orilla. En las perfectamente plácidas aguas del río había una plataforma techada flotante que serviría para los palcos de una importante cantidad de personalidades. Durante el ensayo el despliegue de seguridad de fuerzas policiales y militares era un poco intimidante, algo muy raro en este país, por lo que le pregunté a un señor que estaba al lado mío disfrutando del ensayo, el porque de ese operativo. El hombre fumando un tabaco de aroma fuerte pero agradable me explicó que esa noche venía la Reina y que generalmente ese despliegue no era usual, pero por los sucesos durante la celebración del Día del Reina el año pasado -fiesta que se celebra el 30 de abril y que es considerada como el día más importante para los holandeses-, ahora esto ha cambiado.

El suceso al que se refería era un intento de asesinato contra la Reina Beatriz, que le costó la vida a cuatro ciudadanos que asistían al paso del cortejo con la Familia Real en un autobús descubierto. Un holandés desempleado de 38 años, sin antecedentes psiquiátricos ni penales, lanzó su vehículo contra la multitud con la intención de alcanzar al autobús en el que viajaba la Reina. El hombre quien finalmente falleció por las heridas, confesó haber actuado con toda conciencia de lo que hacía, pero nunca explicó cuáles fueron sus motivos. Este hecho causó gran consternación y perplejidad en los holandeses.

Casualmente hace poco fui a la exposición anual World Press Photo, que premia a los mejores reportajes gráficos del mundo y uno de los premios especiales fue para una foto de este atentando que muestra el momento exacto en el que el vehículo atropella a un policía. Algo interesante es que esta exposición se celebra en una de las iglesias más antiguas de Holanda, la Oude Kerk o literalmente la Iglesia Vieja, cuya construcción se inició alrededor del año 1300.

No estoy muy familiarizado con la realeza mas allá de algún comentario que haya visto de reojo en alguna revista Hola, o en la –para mi- intrascendente y larga sección del noticiero español dedicada a eso. Pero en el caso de Holanda la relación entre la gente y la Realeza parece ser bastante afectuosa.

En el lugar del evento había bastante movimiento de gente preparándose para el concierto. Una mujer con varias bolsas de supermercado venía directo hacia el puente donde yo estaba viendo parte del ensayo. Resultó que todo el contenido de esas bolsas iba a un bote atracado justo debajo del puente y por razones que en ese momento no entendí la mujer –muy bella, por cierto- empezó a lanzar con cuidado las bolsas a un amigo en el bote. Cuando pensé que lo que seguía era que ella misma se lanzara al bote, se fue a una de las orillas al nivel del canal para luego atravesar el fino borde de una barcaza “estacionada” y entonces entendí porque no quiso pasar por ahí con las bolsas: tenía que hacer cierto alarde de equilibrio para no caer al agua, como vi hacerlo luego a un alegre grupo de viejitos, vestidos por cierto formales para la ocasión, al pasar de esa barca a otra y luego a su bote de destino donde los esperaban con sendas copas de vino.

Indagando me enteré que el concierto como tal tendría lugar a las 9:00 pm por lo que decidí pasar por el frente del cercano Museo Hermitage, con la muy agradable y casual sorpresa de que los miércoles abre hasta las 9:00 pm. Interesante política de un museo, igual que los destacables viernes del Museo Van Gogh. Si hay un post del cual quiero escribir próximamente, es sobre los museos de Ámsterdam pues cada uno de ellos ha sido una verdadera revelación para mi. Del Hermitage solo puedo adelantar que es una extensión del museo más importante de San Petesburgo (Rusia).

El Ambiente
Luego de apreciar las exhibiciones del Hermitage, aunque todavía preguntándome que querría expresar Kandinsky en unas obras con las que he tenido un par de pesadillas en estos días, me dirigí a la misma orilla del río en la cual vi el ensayo. Ya el paso de bicicletas estaba cerrado por la Politie así que tuve que estacionar y caminar un poco, ya dándome cuenta del verdadero ambiente de ese evento. Mucha, mucha, mucha gente iba y venía, con un ánimo realmente festivo ayudado obviamente por el vino y/o la cerveza.

Durante el ensayo, dos horas antes, había disfrutado de un excelente palco con una visión perfecta del escenario, pero ahora al llegar 20 minutos antes del inicio del concierto tuve que luchar para encontrar un lugar decente. La temperatura por cierto estaba bajando. Me acomodé poco a poco hasta quedar en primera fila, cerca de una viejita y dos muchachas que me dieron algunos datos muy interesantes.

En principio me llamó la atención que, aparte del despliegue técnico del escenario que incluía varias cámaras con grúas, de este lado del río había sendas luminarias desplegadas hacia los bellos edificios e incluso micrófonos dirigidos hacia el público. La explicación me la dio una de mis vecinas: el espectáculo será transmitido en vivo a todo el país por TV, y los paneos al público también son importantes.

El despliegue de seguridad en este momento estaba limitado a un solo bote de la policía, eso si, estratégicamente ubicado en todo el centro de canal, y a unos 10 militares en una plataforma cercana. Al menos eso era lo que se podía ver, pero seguramente había muchos mas en los alrededores. Por si acaso.

Como ya me habían comentado previamente, uno de los grandes placeres de los holandeses parece consistir en salir de paseo en sus botes, o en los botes de los amigos pues. Y no necesariamente para hacer un viaje a algún lugar, sino para pasear por la misma ciudad y compartir. Y esa noche pude comprobarlo en el Día de la Liberación.

La nota de la noche consiste en reunir un grupo de amigos en un bote, repleto de comida y bebida, ir al Amstel a disfrutar de un concierto variado, y saludar a la Reina. Sin distingo de edad, pues había niños, adolescentes, jóvenes, adultos y viejitos. Y a pesar de que el alcohol causa los conocidos efectos especialmente en los jóvenes, debo decir que tampoco ellos causaban un alboroto que molestara al resto de las personas.

Voy a intentar describir la escena en uno de los botes cercanos. Se trataba de un bote sin techo, con una mesa central, asientos a los lados y relativamente sencillo, como prácticamente todos los botes esa noche. Había unas 8 personas, casi todas entre los 40 y los 50 años. La pareja dueña de bote parecían muy buenos anfitriones especialmente la señora encargada de atiborrar de comida a los pasajeros, quienes además desde que abordaron empezaron a tomar vino (¿o antes?). Primero les sirvieron una típica sopa de holandesa, humeante y cuyo olor nos llegaba a que estábamos en la primera fila del puente (por cierto la temperatura seguía bajando y la verdad que la sopita se veía buena). Más vino. Después, unos muslos de pollo arregladitos alrededor de una fuente con salsa en el centro que hizo chuparse los dedos a todos. Más vino. Para finalizar un par de tortas de postre antes de empezar el concierto. El vino ya causaba algunos efectos en la mayoría, pero especialmente en los anfitriones que empezaron a jugar a empujarse hacia el agua. Mi vecina decía: Not a good game, not a good game at all. Al final, a pesar del enorme consumo de alcohol, ni en ese ni en ningún otro bote pasó algo que lamentar.


La escena, más o menos igual, se repetía en todos los botes, y solo variaba la composición del grupo. En los botes de los más jóvenes corría más rápidamente el vino y la cerveza, pero en general era la misma alegría. Como la cantidad de botes era impresionante, se anclaban y estaban pegados unos con otros lo cual permitía una interacción entre perfectos desconocidos. Incluso pasar de un bote (y a otro y a otro) era común. “Prueba este pollo”, “toma estas salchichas”, “mira el motor nuevo” o “sácanos una foto desde ahí”, eran frases que no podía entender, pero que perfectamente podía intuir.

La llegada de la reina causó una conmoción que no imaginaba. La gente aplaudía y saludaba a su soberna con verdadera emoción cuando llegó caminando hasta el bote que le permitiría dar un recorrido protocolar ante sus súbditos. La palabra “súbdito” suena bastante rara para los que nunca habíamos vivido en una monarquía! La Reina estaba acompañada entre otros, por el Primer Ministro Balkenende, que a mi me parece la viva imagen de Harry Potter cuando sea (más) adulto.

Cuando se preparaba el inicio del concierto, algunas personas de los botes alrededor del bote amarillo de la policía empezaron a subirse a él para tener una mejor perspectiva del escenario. La idea les gustó a muchos y en pocos minutos el bote amarillo estaba totalmente repleto de gente no solo en la cubierta, sino sentados en el techo y todos –absolutamente todos- muy alegres y bebiendo algo. El único policía abordo, de lo más tranquilo disfrutando su concierto (nótese a la izquierda de la foto como el bote está repleto de gente).

La Música
Debo destacar algunas piezas del programa, el cual en general no tuvo desperdicio: como bienvenida a la Reina Beatriz un trompetista y un percusionista vestidos de estricto frac y bajo la hermosa luz del atardecer de las 9 pm, dieron una vuelta por el río a bordo de un bote, especialmente frente al palco protocolar, interpretando una majestuosa Tocatta de la ópera Orfeo de Monteverdi, en un inicio realmente fantástico; luego de eso, los músicos regresaron a la orquesta.

Escuchamos también la pieza “El vuelo del moscardón” de Rimsky-Korsakov, que es la famosa melodía de la serie de los 70’s El Avispón Verde; “I Got Rhythm”, una de las piezas más representativas del jazz, compuesta por George Gershwin e interpretada con mucho swing por la morena –tenía que ser- Edsilia Rombley. La Reina, por cierto, también se echaba sus traguitos de vino mientras disfrutaba del programa. Siguieron entre otras, “El Vals de la Bella Durmiente” de Tchaikovsky, dos arias de operas de Puccini, la “Danza Española” de la obra La Vida Breve de Manuel de Falla, que le dio un excelente y muy bien recibido toque español a la noche. En una de las piezas finales, en medio de la oscuridad apareció un pequeño bote arrastrando unas 30 antorchas que flotaban y se reflejaban en el agua del Amstel. Un verdadero deleite para los sentidos.

Para finalizar y acompañar a la reina en su recorrido de despedida, se interpretó la pieza “We will meet again”, una de las canciones más representativas de la Segunda Guerra Mundial, pues era con la que despedía a los soldados que iban al frente y cuya melodía seguramente les será familiar a muchos. Fue el clímax de la noche, y créanlo o no, mientras la Reina hacía su recorrido con esa música de fondo, a los soldados que estaban de guardia en una plataforma cercana poco les faltó para tomarse de las manos y bailar al ritmo de la canción. Cuando digo que les faltó poco, es que les faltó precisamente agarrarse de las manos, porque de hecho, estaban bailando. Otra muestra de la magia de esa noche.

Junto a la Orquesta Sinfónica de Limburgo, estuvieron cuatro cantantes principales: la soprano Eva-Maria Westbroek, la mezzo Marjon Lambriks, la morena Edsilia Rombley y su envolvente voz, y Freek Bartels, un excelente tenor, pero no lírico, sino con la inconfundible voz de cantante de musicales tipo Broadway o West End. De hecho es famoso aquí por haber ganado un concurso de televisión llamado Buscando a José, para elegir al protagonista del musical de Andrew Lloyd Webber “Joseph and the Amazing Technicolor Dreamcoat” (una especie de antesala a Jesucristo Superestrella), actualmente en gira por toda Holanda.

Aquí les dejo una corta reseña del concierto (recomiendo hacer doble click para verlo en grande), donde podrán ver parte de la pieza de bienvenida a la Reina, el fabuloso escenario y el palco de honor en medio del agua, el público rodeando al mencionado bote amarillo de la policía, y por ahí se va. Lamentablemente no salgo yo, aunque faltó poco.